13 de agosto de 2013

El concilio de Salem Segunda parte.


El concilio de Salem 

Entramos a la cafetería y él se llevó todas las miradas. No pasaba inadvertido,  tan rubio, con cabello largo hasta los hombros,  ojos claros como el agua, ese rostro que ahora  escondía tras gafas de sol; ¡y su cuerpo escultural!
Ordenamos unos cafés humeantes, nos sentamos en un rincón y lo miré  tamborileando las manos en la mesa, mientras él sonreía a una chica.
Me estiré para tomarlo de la barbilla. No se molestó,  volvió su rostro a la chica, sonrió y le guiñó un ojo. No sabía si me molestaba más eso o que no hablara, así que me concentré en sus palabras.

— La gran Fae, tu madre, debe enseñar a su hija todo lo que sabe;  prepararla como su sucesora en el Concilio de brujas. Si esto no ocurre, y por algún accidente su hija muere, otro brujo tomará el poder. Todo en este mundo se rige por saber de qué lado te encuentras,  y tu madre tiene muchos enemigos— Tomó un trago de café, mientras yo asimilaba la información. —Hay fieles a tu madre que buscan protegerte hasta que decidas,  después … estará  hecho.

— ¿Decidir?


—Sí, estás próxima a cumplir los veintiuno; ella debería darte el poder o  parte de él; si esto no ocurre perderás el contacto, tus poderes se disiparán y serás una chica normal, solo que no podrás contactar con tu madre y su mundo. Lo bueno será que no vendrán  por ti, pues no tendrás poderes —estaba perpleja. Él sonrió,  aunque  no estaba feliz.

—¡No pueden negarme ver a mi madre…! —grité.

—No lo harán… aquello será un recuerdo borroso;  con el tiempo  ni recordarás quién era tu madre. Creerás que fuimos un sueño.

— ¿También tú?

—No existiré para ti; al principio tu mente luchará por recordarme, pero con el tiempo desapareceremos… —.  Recordé a Nik contándome, de niño, cómo su padre se había “perdido”; él lo buscó, pero este no recordaba nada, ni siquiera a su hijo. Había armado otra familia, tenía otros hijos. Nik  sufrió mucho.

—Como mi padre, no recordarás nada.

—Mi madre me buscaría— dije apretando los dientes mientras aferraba  la taza de café.

—No podría hacer nada —su voz tenía una gota de tristeza— porque tú no sabrías quién es— Nik  rememoraba el encuentro con su padre.

— ¿Por qué has venido?

— Ya  lo dije,  hay bandos y tu madre no lleva las de ganar; somos pocos los que confiamos en su sabiduría, por eso y para verte una última vez antes de que olvides, Samantha —sus palabras fueron dardos. Cada uno golpeó en mí —. Bebe tu café,  debo mantenerte viva  hoy y mañana — la tristeza de su expresión fue suplantada por una falsa alegría.

—¿Me obligarás a volver?

Nik se acercó y tomó mis manos.

—Te amo con cada gota de mi ser;  lo que elijas, lo respetaré…

—No es justo— dije liberando mis manos para secarme  las  lágrimas.

—La vida no lo es, cariño… Bebe el café y muéstrame tu ciudad.

Mi ciudad; lo fue todo este tiempo. Pasamos la tarde recorriendo  los sitios más importantes. Nik miraba con desconfianza. Era el atardecer cuando frenamos cerca del campus de la universidad.

—Debo hablar con mi madre— dije al ver una cabina, pero Nik me detuvo.

—No es seguro. Llámala desde aquí—dijo y me tendió un celular.

— ¿Desde cuándo eres su perro faldero?

—Desde que tú te volviste una  niña perdida del País del Nunca Jamás.

Tomé el móvil y llamé.  Nik  pateaba piedras alejado de mí.

— ¿Nik? ¿Qué ocurrió?

—Mamá, soy yo—dije.  Ella enmudeció.

— Samantha… ¿Qué ocurre? ¿Nik está bien?

—Sí,  molestándome como siempre…—le  sonreí.

—Escúchame, hagas lo que hagas mantente segura.

—Mamá yo…—Nik me arrebató el teléfono;  maldije cuando me tomó de la muñeca.

—¡Samantha corre!—  gritó. Corrimos, doblamos en la primera esquina y nos metimos en un callejón. La noche  había venido de pronto.

—Nik… ¿Qué ocurre?

—No frenarán su ataque. Creo que lo hemos perdido.  Sammy —susurró  — corre a la residencia, métete allí y procura estar con alguien. Si no llego, escóndete hasta la mañana; busca siempre estar en grupos.

— ¿Tú qué harás?

—Ellos no  quieren ser descubiertos; es lo mejor que tenemos…—. Vamos— me instó, y corrimos. Cruzamos la calle casi volando. Él me soltó la mano y conjuró un hechizo de distracción. Podía encubrirnos un buen rato, pero no más que eso. Sabía que él lo había conjurado; mi instinto me lo decía  y mi piel se crispaba por el uso de la magia. Llegué  hasta la entrada,  Nik ya no estaba a mi lado.

— ¡Qué estúpida! — dije. El hechizo no era para desviar la atención de los otros sobre mí; lo hizo para que creyera que corría conmigo. Lagrimeando llegué a mi habitación. —Debo estar acompañada… —. Caminé por la habitación pensando,  pero no era una chica desenvuelta,  no tenía muchas amigas.

Me senté en un rincón. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad. Cuando la puerta se abrió mis pelos se pusieron de punta. Tammy prendió la luz.

—¿Qué haces allí? — la miré sin saber qué decir. ¿Qué le dices a un humano? Oye, soy bruja sabes… y unos ogros me siguen —. Samantha, levántate— dijo y caminó hasta mí. Estiró su mano y me ayudó a pararme—.Mejor que te recuestes —la miré sin entenderla, tal vez era la terapia que sus padres pagaban.  Me tendí en la cama. El sueño me tomó por completo.

—Sabes…—comenzó—mi padre siempre fue un hombre bueno, pero no le han dejado lugar. 

—La miré. Ella nunca hablaba de su familia, solo de modas y tipos—. Ahora lo tendrá… siempre ha querido lo mejor para todos, aunque no lo crean.

— ¿Qué? —quise moverme pero no pude.

—No te fuerces, dolerá más. Has sido mala hija, Samantha;  tu madre sufrirá por ello.

— ¿No entiendes, verdad? Mi padre me advirtió sobre tu poder; invocar a los muertos no es poca cosa, pero controlarlos como tú, eso requiere  mucha magia. No hay escapatoria para ti… y él, no vendrá. Estoy segura de que esos ogros ya lo han devorado. Cariño, tú y yo resolveremos esto — de su mesilla de luz sacó un frasco. Ahora entendía. Maldije pensando en Nik, y concluí pensando que por una vez debía valerme por mí sola. Mi madre no sufriría. 

Algo vibró dentro de mí, y dejé caer las barreras que me había impuesto para ser una chica normal. Moví lentamente mi mano y sentí cómo el hechizo se debilitaba; un poco más y estaría suelta. Moví mi pie sin que Tammy me viera. Necesitaba un poco más de fuerza. Recordé a Nik,  la canción… esa canción tendría algún significado. La repetí mentalmente mientras observaba por el rabillo del ojo a Tammy preparando algo. La lucidez volvía. Mis manos estaban sueltas, pero mantuve mi postura. Ella se acercó con una sonrisa y  puso un gotero cerca de mi boca. Ahora es mi juego, pensé.

Tiré el gotero, la sujeté  y la pateé en el costado. Gritó.  Me levanté de un salto, tomé su rostro y tirándole  del cabello con ambas manos le di un rodillazo en la nariz;  sangraba. La dejé inconciente, en el piso, y salí. Bajé las escaleras y crucé el campus. La magia fluía a través de mí como un torrente. Vi a Nik tendido en el piso y a un ogro sobre él.

—Quítale las manos de encima, maldito— él gruñó. Cerré los ojos un momento y suspiré. Allí estaban mis mayores pesadillas surgiendo de la tierra. Aquí se habían llevado a cabo las luchas de los confederados y se decía que toda la cuidad estaba fundada sobre un cementerio. Abrí mis ojos, vi las figuras espectrales levantándose.

—Samantha ¡corre!— dijo Nik. Pero esta vez no lo haría. Las figuras me miraron, el ogro caminaba hacia  mí.

—¡A él!— dije. Ellas asintieron y lo rodearon. No pude ver qué le hacían, solo oía los gritos. Corrí hacia Nik.

—Esto es lo que soy… nadie va a quitármelo. Nadie va a sacarte de mi vida Nik. Soy una bruja de Salem, lo seré siempre.

—Sammy, ya casi son las doce…

—Lo sé;  reclamaré mi poder.

—Hubiera muerto por ti— murmuró.

—Lo sé— me agaché y posé mis manos sobre su rodilla maltratada. Dejé fluir la magia; el hormigueo y el calor de mis manos cerraron la herida. Seguí por la otra, en su costado—. Este es mi mundo y es mi magia. Nadie me la arrebatará.

—Creo que ellos esperan por ti— dijo señalando detrás de mí. Vi aquellos seres, que tanto había evitado, mirándome.

—Descansen, su ayuda es agradecida — susurré. Ellos asintieron y caminaron unos pasos, diluyéndose en la brisa.

Comenzamos a caminar hacia mi habitación. Cruzamos el parque. Algo se movió desde el árbol. Allí estaba la Dama Verde. Nik se detuvo;  lo imité.

—Era hora—dijo aquella mujer con ojos de savia —que aceptaras tu naturaleza. Vuelve a casa y vela por el mundo mágico. Serás la sucesora.

—¿Cuidaba  de mí?

—Sí, lo hacía.

Lo tomé de la mano.

—Bueno, Nik,  volvamos  a casa.


 Fin... (por ahora)

Espero que les haya gustado la historia. Esta historia nació como un cuento corto para un concurso en el que tuvo muchos votos y hoy me alegra compartirlo con ustedes.
Gracias por leerlo.
Un abrazo enorme.
Nel 

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