El concilio de Salem
Entramos
a la cafetería y él se llevó todas las miradas. No pasaba inadvertido, tan rubio, con cabello largo hasta los hombros, ojos claros como el agua, ese rostro que
ahora escondía tras gafas de sol; ¡y su
cuerpo escultural!
Ordenamos
unos cafés humeantes, nos sentamos en un rincón y lo miré tamborileando las manos en la mesa, mientras él
sonreía a una chica.
Me
estiré para tomarlo de la barbilla. No se molestó, volvió su rostro a la chica, sonrió y le guiñó
un ojo. No sabía si me molestaba más eso o que no hablara, así que me concentré
en sus palabras.
—
La gran Fae, tu madre, debe enseñar a su hija todo lo que sabe; prepararla como su sucesora en el Concilio de
brujas. Si esto no ocurre, y por algún accidente su hija muere, otro brujo
tomará el poder. Todo en este mundo se rige por saber de qué lado te encuentras,
y tu madre tiene muchos enemigos— Tomó
un trago de café, mientras yo asimilaba la información. —Hay fieles a tu madre
que buscan protegerte hasta que decidas, después … estará hecho.
—
¿Decidir?
—Sí,
estás próxima a cumplir los veintiuno; ella debería darte el poder o parte de él; si esto no ocurre perderás el
contacto, tus poderes se disiparán y serás una chica normal, solo que no podrás
contactar con tu madre y su mundo. Lo bueno será que no vendrán por ti, pues no tendrás poderes —estaba
perpleja. Él sonrió, aunque no estaba feliz.
—¡No
pueden negarme ver a mi madre…! —grité.
—No
lo harán… aquello será un recuerdo borroso;
con el tiempo ni recordarás quién
era tu madre. Creerás que fuimos un sueño.
— ¿También
tú?
—No
existiré para ti; al principio tu mente luchará por recordarme, pero con el
tiempo desapareceremos… —. Recordé a Nik
contándome, de niño, cómo su padre se había “perdido”; él lo buscó, pero este
no recordaba nada, ni siquiera a su hijo. Había armado otra familia, tenía
otros hijos. Nik sufrió mucho.
—Como
mi padre, no recordarás nada.
—Mi
madre me buscaría— dije apretando los dientes mientras aferraba la taza de café.
—No
podría hacer nada —su voz tenía una gota de tristeza— porque tú no sabrías quién
es— Nik rememoraba el encuentro con su
padre.
— ¿Por
qué has venido?
—
Ya lo dije, hay bandos y tu madre no lleva las de ganar;
somos pocos los que confiamos en su sabiduría, por eso y para verte una última
vez antes de que olvides, Samantha —sus palabras fueron dardos. Cada uno golpeó
en mí —. Bebe tu café, debo mantenerte
viva hoy y mañana — la tristeza de su
expresión fue suplantada por una falsa alegría.
—¿Me
obligarás a volver?
Nik
se acercó y tomó mis manos.
—Te
amo con cada gota de mi ser; lo que elijas,
lo respetaré…
—No
es justo— dije liberando mis manos para secarme
las lágrimas.
—La
vida no lo es, cariño… Bebe el café y muéstrame tu ciudad.
Mi
ciudad; lo fue todo este tiempo. Pasamos la tarde recorriendo los sitios más importantes. Nik miraba con
desconfianza. Era el atardecer cuando frenamos cerca del campus de la
universidad.
—Debo
hablar con mi madre— dije al ver una cabina, pero Nik me detuvo.
—No
es seguro. Llámala desde aquí—dijo y me tendió un celular.
— ¿Desde
cuándo eres su perro faldero?
—Desde
que tú te volviste una niña perdida del País
del Nunca Jamás.
Tomé
el móvil y llamé. Nik pateaba piedras alejado de mí.
—
¿Nik? ¿Qué ocurrió?
—Mamá,
soy yo—dije. Ella enmudeció.
— Samantha…
¿Qué ocurre? ¿Nik está bien?
—Sí,
molestándome como siempre…—le sonreí.
—Escúchame,
hagas lo que hagas mantente segura.
—Mamá
yo…—Nik me arrebató el teléfono; maldije
cuando me tomó de la muñeca.
—¡Samantha
corre!— gritó. Corrimos, doblamos en la
primera esquina y nos metimos en un callejón. La noche había venido de pronto.
—Nik…
¿Qué ocurre?
—No
frenarán su ataque. Creo que lo hemos perdido.
Sammy —susurró — corre a la
residencia, métete allí y procura estar con alguien. Si no llego, escóndete
hasta la mañana; busca siempre estar en grupos.
— ¿Tú
qué harás?
—Ellos
no quieren ser descubiertos; es lo mejor
que tenemos…—. Vamos— me instó, y corrimos. Cruzamos la calle casi volando. Él
me soltó la mano y conjuró un hechizo de distracción. Podía encubrirnos un buen
rato, pero no más que eso. Sabía que él lo había conjurado; mi instinto me lo decía
y mi piel se crispaba por el uso de la
magia. Llegué hasta la entrada, Nik ya no estaba a mi lado.
— ¡Qué
estúpida! — dije. El hechizo no era para desviar la atención de los otros sobre
mí; lo hizo para que creyera que corría conmigo. Lagrimeando llegué a mi
habitación. —Debo estar acompañada… —. Caminé por la habitación pensando, pero no era una chica desenvuelta, no tenía muchas amigas.
Me senté
en un rincón. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad. Cuando la puerta se abrió
mis pelos se pusieron de punta. Tammy prendió la luz.
—¿Qué
haces allí? — la miré sin saber qué decir. ¿Qué le dices a un humano? Oye, soy
bruja sabes… y unos ogros me siguen —. Samantha, levántate— dijo y caminó hasta
mí. Estiró su mano y me ayudó a pararme—.Mejor que te recuestes —la miré sin
entenderla, tal vez era la terapia que sus padres pagaban. Me tendí en la cama. El sueño me tomó por
completo.
—Sabes…—comenzó—mi
padre siempre fue un hombre bueno, pero no le han dejado lugar.
—La miré. Ella
nunca hablaba de su familia, solo de modas y tipos—. Ahora lo tendrá… siempre
ha querido lo mejor para todos, aunque no lo crean.
—
¿Qué? —quise moverme pero no pude.
—No
te fuerces, dolerá más. Has sido mala hija, Samantha; tu madre sufrirá por ello.
— ¿No
entiendes, verdad? Mi padre me advirtió sobre tu poder; invocar a los muertos
no es poca cosa, pero controlarlos como tú, eso requiere mucha magia. No hay escapatoria para ti… y
él, no vendrá. Estoy segura de que esos ogros ya lo han devorado. Cariño, tú y
yo resolveremos esto — de su mesilla de luz sacó un frasco. Ahora entendía.
Maldije pensando en Nik, y concluí pensando que por una vez debía valerme por
mí sola. Mi madre no sufriría.
Algo vibró dentro de mí, y dejé caer las
barreras que me había impuesto para ser una chica normal. Moví lentamente mi
mano y sentí cómo el hechizo se debilitaba; un poco más y estaría suelta. Moví mi
pie sin que Tammy me viera. Necesitaba un poco más de fuerza. Recordé a Nik, la canción… esa canción tendría algún
significado. La repetí mentalmente mientras observaba por el rabillo del ojo a Tammy
preparando algo. La lucidez volvía. Mis manos estaban sueltas, pero mantuve mi
postura. Ella se acercó con una sonrisa y
puso un gotero cerca de mi boca. Ahora es mi juego, pensé.
Tiré
el gotero, la sujeté y la pateé en el
costado. Gritó. Me levanté de un salto,
tomé su rostro y tirándole del cabello
con ambas manos le di un rodillazo en la nariz;
sangraba. La dejé inconciente, en el piso, y salí. Bajé las escaleras y crucé
el campus. La magia fluía a través de mí como un torrente. Vi a Nik tendido en
el piso y a un ogro sobre él.
—Quítale
las manos de encima, maldito— él gruñó. Cerré los ojos un momento y suspiré. Allí
estaban mis mayores pesadillas surgiendo de la tierra. Aquí se habían llevado a
cabo las luchas de los confederados y se decía que toda la cuidad estaba
fundada sobre un cementerio. Abrí mis ojos, vi las figuras espectrales levantándose.
—Samantha
¡corre!— dijo Nik. Pero esta vez no lo haría. Las figuras me miraron, el ogro
caminaba hacia mí.
—¡A
él!— dije. Ellas asintieron y lo rodearon. No pude ver qué le hacían, solo oía
los gritos. Corrí hacia Nik.
—Esto
es lo que soy… nadie va a quitármelo. Nadie va a sacarte de mi vida Nik. Soy
una bruja de Salem, lo seré siempre.
—Sammy,
ya casi son las doce…
—Lo
sé; reclamaré mi poder.
—Hubiera
muerto por ti— murmuró.
—Lo
sé— me agaché y posé mis manos sobre su rodilla maltratada. Dejé fluir la magia;
el hormigueo y el calor de mis manos cerraron la herida. Seguí por la otra, en
su costado—. Este es mi mundo y es mi magia. Nadie me la arrebatará.
—Creo
que ellos esperan por ti— dijo señalando detrás de mí. Vi aquellos seres, que
tanto había evitado, mirándome.
—Descansen,
su ayuda es agradecida — susurré. Ellos asintieron y caminaron unos pasos, diluyéndose
en la brisa.
Comenzamos
a caminar hacia mi habitación. Cruzamos el parque. Algo se movió desde el árbol.
Allí estaba la Dama Verde.
Nik se detuvo; lo imité.
—Era
hora—dijo aquella mujer con ojos de savia —que aceptaras tu naturaleza. Vuelve
a casa y vela por el mundo mágico. Serás la sucesora.
—¿Cuidaba de mí?
—Sí,
lo hacía.
Lo
tomé de la mano.
—Bueno,
Nik, volvamos a casa.
Fin... (por ahora)
Espero que les haya gustado la historia. Esta historia nació como un cuento corto para un concurso en el que tuvo muchos votos y hoy me alegra compartirlo con ustedes.
Gracias por leerlo.
Un abrazo enorme.
Nel
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Cuéntame qué opinas? Tú comentario es importante. Gracias por compartir conmigo este espacio.
Neliel Cross.