14 de febrero de 2018

Un cuento corto: El concilio de Salem, su ultima sucesora.


Buenas noches, hubo mucho revuelo en las redes estos últimos dias, y pensando en todo eso me acordé de esta historia. Es un cuento corto que escribí para un concurso, no llego a nada, pero yo lo amé y hoy el día de los enamorados, les dejo esta bella y corta historia.
Así que se los dejo para que lo lean. 



El concilio de Salem, su ultima sucesora


¿Qué harías tú si un día cualquiera, descubres que eres  bruja? Pero no solo eso, sino que tu extravagante madre es una gran bruja a la que muchos veneran.
Yo dije “al diablo con todo” y me fui a la Universidad, lejos de mi madre,  de sus locos amigos, y  de Salem.
 ¿Les dije que vivíamos en Salem?
Cuando huí tenía dieciocho años.
Todo iba bien hasta  que “eso” se cruzó en mi vida.
Corría y sentía sus pasos alcanzándome. Tiré lo libros al suelo y tomé impulso; el maldito me persiguió más de diez cuadras. Vi una cafetería y rogué por llegar viva. Estaba a punto de cruzar la última calle cuando los pasos se detuvieron.
¡Estúpida! Sí, hice lo que piensan, me giré y en menos de un segundo unas  manos enormes me tomaron. Pataleé y forcejeé, pero fue en vano.
—Samantha ¡ya basta! —cuando oí mi nombre me congelé. Él se movió y quedamos en las sombras —. Destaparé tu boca si no gritas.
— ¿Qué?
—Silencio… lo ves…—él señaló… algo. ¿Qué demonios será eso?, pensé.
—Aún recuerdas la cancioncita que te cantaba tu madre —confundida asentí; mientras aquella cosa olía el suelo.
—Bien, quiero que recuerdes y la cantes para mí.
— ¿Por qué? —  me estremecí;  aquella cosa nos miró.
—Porque lo necesitarás. A la cuenta de tres, corres hasta la esquina, entras a la cafetería y me esperas.
—¿Tú qué harás? — aquella cosa era verde, aunque sus ojos lucían amarillentos, babeaba;  no tenía forma humana.
—Preocúpate por mantener tu trasero a salvo— gruñó y corrió. La bestia lo tenía en la mira y corría hacia él como un perro, usando  manos y  pies, aquello era…— ¡Corre! —mis piernas se activaron y corrí. Sentí una explosión, detuve un poco mi andar cuando entré y fui directo al baño. Me senté en uno de los sucios inodoros, cerré la puerta y me quede allí, temblando. Tan solo oía mi respiración y un tintineo de  gotas  sobre los lavabos metálicos.
Uno, dos, tres… había llegado hasta ciento cincuenta cuando la puerta se abrió de golpe.
— ¿Sammy? — abrí lentamente la puerta.  Salí despacio hasta que lo vi. — ¿Nik…?
—¿Quién más? —respondió con desgano. CzarowNik. Nik. Su nombre polaco hacía justicia a su apariencia. Uno de mis mejores amigos antes de que me fugara,  y mi “ex”.
 Nik estaba apoyado en la puerta cuando salí. Lo miré de pies a cabeza.
— ¿Qué haces aquí?
—Por ahora protegerte y, si tienes decidido esquivar a tu gente, estaré por los  dos días siguientes.
— ¿Por qué? — alguien golpeó la puerta.
    ¡Chicos no pueden entrar juntos al baño, este es un sitio decente!
 Nik sonrió. Sacudió la cabeza y me tomó de la muñeca. Abrió la puerta para enfrentarse a una mujer regordeta que lo miraba en posición de jarra.
 —Este lugar no es para eso— dijo y pegó la vuelta mientras salíamos. Nik dejó unos cuantos dólares en la barra.
— ¿Qué era eso? —dije señalando la calle.
—Créeme no querrás saberlo. ¿Dónde vives?
—En la residencia— dije apuntando en la dirección norte.
— Déjame adivinar… No se permiten chicos, ¿cierto?
—No, Nik, no puedes quedarte conmigo.
—Debo quedarme contigo, son órdenes de tu madre —. Genial, mi madre me había enviado una niñera y como recordatorio de la vida que dejé de lado me enviaba a mi hermoso ex.
Fuimos hasta la residencia universitaria. Era temprano, para un sábado en la noche, así que Tammy, mi compañera de cuarto, no llegaría hasta la mañana; l me daba un margen para pensar: ¿Qué cuernos hacer con Nik? Entramos a hurtadillas a mi cuarto. Cerré la puerta con llave y me senté en la cama, sentía  cansancio en las piernas. Nik bailoteaba por toda mi habitación.
— ¿De verdad? — Él miraba un póster viejo de 'N Sync; era mi banda pop preferida años atrás y había comprado el póster donde Justin Timberlake era el principal. Demonios, ahora que lo pensaba era una versión más baja de Nik —No puedo creerlo—dijo y se echó a mi lado.
—Nik, no puedes quedarte aquí.
—Las órdenes son cuidarte— respondió inmutable.
—Iré por un baño, y no necesito ayuda—  contesté de mala gana.
Esto era un infierno. Había escapado de la magia y los hechizos. Ahora no solo había sido atacada, si no que uno de los mejores aprendices de hechicero estaba tendido en mi cama.
Abrí la ducha y me desvestí; dejé que el agua me aislara del mundo. Pasé diez minutos bañándome, cuando cerré la ducha escuché una risa histérica. Tomé una toalla y me envolví para abrir la puerta.
Gruñí cuando vi a Tammy sentada junto a Nik, enseñándole sus trofeos de porrista. ¡Cómo!... había un hombre en su cuarto y no gritaba. Sin duda Nik tenía encanto.
—Tammy, ¡hola! —grité.
— ¡Hola Sammy! ¿Cómo estás? —¡Demonios! Ella estaba hechizada. Nunca antes le había importado si estaba bien o no. Incluso me sonrió. Él la había hechizado para que no hablara.
—Tammy, por qué no traes…—no se me ocurría nada.
— ¿Me traerías un vaso de agua? Ya sabes, ella no es tan buena anfitriona—le sonrió con malicia y ella se paró, caminó hasta la puerta y nos miró.
—No es bueno maltratar a los invitados —dijo y salió.
— ¡Tú! — le grité — nada de magia aquí, no debiste hacerle eso, puede afectarla. ¿Estás loco? ¿Buscas que te descubran o qué? —Nik no abrió la boca. —¡Al menos di algo! — le espeté.
—Tienes buenas tetas— respondió.   Estaba tan enojada que, sin darme cuenta, mi toalla había caído al suelo. Me agaché con rapidez y me cubrí, ruborizada.
—¡Voy a matarte Nik!
—Sabes que si hubieras usado la magia que llevas en la sangre eso no hubiera ocurrido.
—Sí,  hubiera sido más fácil…
— ¿Qué tiene de malo ser como eres?
—Eso— dije señalando la puerta por donde salió Tammy —, es repugnante ordenar las mentes de las personas. Quiero que en cuanto ella entre le saques el encantamiento ¿oíste?
—Bien, pero debes saber que eso podría costarte la beca que has ganado para Historia.
—No, si te vas —respondí.
—Eso no es negociable— murmuró tendiéndose en mi cama nuevamente.
Regresé al cuarto de baño. Salí vestida. Él seguía en la misma posición;  por lo que pude ver Tammy le había traído el agua y se había marchado.
— ¿Qué era eso que me seguía?
—Un gnomo.
— ¿Cómo un gnomo? ¿Estás loco?
—Te diré algo —se sentó de golpe frente a mí, enfurecido — han pasado más de dos años desde que te fuiste, nunca pensaste en aprender nada de lo que te enseñaron, y me molesta que me critiques después de haber peleado contra él.
Dicho esto buscó una manta y se acomodó sobre el sillón.

Desperté con el sol en mi cara, maldije en silencio mientras me sentaba, miré en dirección a la estela de luz y vi la figura recortada de Nik.
— ¡Demonios! —dije y me desplomé.
—Buen día para ti también.
— ¿Qué, has dormido incómodo?
— ¿Dormir? No, menos con tus ronquidos, pero eso— dijo señalando una esquina—no lo hice yo.
— ¿Qué pasó? — alarmada, vi cosas desperdigadas en el suelo.
—Algo vino por la noche, acompañaba a Tammy. Ella no vio nada, pero él parecía saber muy bien a quién buscaba.
— ¿Otro duende? — pregunte incrédula. Había vivido casi tres años sin ningún altercado más que una novia celosa y las juergas de Tammy ¿Por qué ahora?
—No, era una salamandra, y es hora de que decidas —. No me miró al hablar;  pensé que  debía saber qué era.  Recordé las historias de mi madre; son criaturas horribles, se alimentan del fuego, su elemento. Pero mi madre decía que pocas veces se acercaban a los hombres.
— ¿Decidir qué?
— ¿Qué harás con tu vida? ¿Piensas seguir  como una estudiante normal?
— ¿Y qué si lo hago? — me paré de un salto enfrentándolo.
—Bueno, eso puede seguir así…—él caminó hasta la puerta sacudiendo la cabeza. Eso significaba que había más.
— ¿Por qué ahora?
Él se detuvo con su mano  sobre la manija de la puerta.
—Eso no importa, si has elegido esto, en dos días saldremos de tu vida y podrás seguir. No sabrás nada más de gnomos y salamandras — abrió la puerta y salio. Caí en la cama,  escuchaba el eco de sus palabras…  Corrí a vestirme. Bajé corriendo a la cafetería, pero no estaba allí.
—Vamos piensa, piensa— me golpeé la cabeza. ¿Adónde iría Nik? Dijo que dos días, así que estaría cerca, eran las órdenes de mi madre. Hay un modo, me dije; posé mis manos a ambos lados de mi cabeza y me concentré en Nik. Debía buscarlo. Mi mente estaba en negro hasta que surgió una pequeña luz. Bajé las barreras y la dejé pasar, acudieron imágenes difusas y… allí estaba. Sentado bajo mi ventana, contra el muro, al sol.  Bajé las escaleras corriendo y salí. Él hablaba con un hombre, cuando percibieron mi presencia el hombre dio unos pasos hacia atrás.
— ¿Qué le has hecho? — murmuré entre dientes.
— ¿Ella? —el hombre habló por lo bajo también.
    Sí, es, solo que no lo usa.
El hombre hizo un saludo y se alejó apurado.
— ¿Qué cosa no uso? — pregunté pateándole el pie.
—Tu magia…
— ¿Y como sabía él…?— cerré los ojos con fuerza y me concentré en dejarlo fluir, cuando abrí los ojos lo vi. Camuflado en su traje de estudiante un duende de la tierra se alejaba por la calle.
—¿Lo ves, cierto?
—Lo veo— dije sin pensar.
—Están allí pero no los usas, es un desperdicio.
—¿Él  buscaba matarme?
—No, los duendes no buscan la guerra, son pacifistas—Nik se paró, y me quedé pensando en sus palabras: ¿Una guerra?
—Nik— dije — ¿Quién quiere la guerra? ¿Qué quieres decir cuando hablas de que no los veré más? — él me miró de lado y noté la preocupación en su rostro.
—Vamos por un café.
—¿Me responderás?
—Sí, pero primero tomaremos el café…—volví a caminar cuando noté algo,  por el rabillo del ojo, que captó mi atención.  Entre las ramas de un árbol colgaba una hiedra y vi, por primera vez en mucho tiempo, a la dama verde camuflada tras las hojas. Se cubrió antes que pudiera hablar y corrí hasta alcanzar a Nik.
Entramos a la cafetería y él se llevó todas las miradas. Nadie podía dejar de mirar a ese hombre rubio, con cabello largo hasta los hombros,  ojos claros como el agua y ese rostro que ahora  escondía tras gafas de sol; y ese cuerpo escultural...
Ordenamos unos cafés humeantes, nos sentamos en un rincón y lo miré impaciente, tamborileando las manos en la mesa, mientras él sonreía a una chica.
—Nik — lo llamé, pero sus ojos seguían en aquella mujer. Me estiré para tomarlo de la barbilla.
 No se molestó,  volvió su rostro a la chica, sonrió y le guiñó un ojo. No sabía si me molestaba más eso o que no hablara, así que me concentré en sus palabras. — La gran Fae, tu madre, debe enseñar a su hija todo lo que sabe;  prepararla como su sucesora en el concilio de brujas. Si esto no ocurre, y por algún accidente su hija muere, otro brujo tomará el poder, y como todo en este mundo se rige por saber de qué lado te encuentras, tu madre tiene muchos enemigos—. Tomó distraídamente un trago de café mientras yo asimilaba la información. —Hay fieles a tu madre que buscan protegerte hasta que decidas,  después de eso… estará  hecho.
— ¿Decidir?
—Sí, estás próxima a cumplir los veintiuno; ella debería darte el poder o entregarte parte de el para enseñarte el lugar en el concilio; si esto no ocurre perderás el contacto, tus poderes se disiparán y serás una niña normal como Tammy, solo que no podrás contactar con tu madre o cualquier brujo que conozcas. Lo bueno será que no vendrán ya por ti, dado que no tendrás poder alguno. —estaba perpleja. Él sonrió, aunque lo conocía bien como para saber que no estaba feliz.
—¡No pueden negarme ver a mi madre…! —grité.
 Él miró a las personas que nos observaban y volvió su mirada a mí.
—No lo harán…
—Dijiste que…
—No lo harán; aquello será un recuerdo borroso;  con el tiempo  ni recordarás quién era tu madre. Creerás que fuimos un sueño.
— ¿Tú también? — tartamudeé.
—No existiré para ti más de lo que soy para Tammy; al principio tu mente luchará por recordar, pero con el tiempo todos desapareceremos… —.  Recordé a Nik contándome, de niño, cómo su padre se había “perdido”; él lo había buscado, pero este no recordaba nada, ni siquiera a su hijo. Había armado otra familia, tenía otros hijos. Nik  sufrió mucho por entonces. —Como mi padre, no recordarás nada.
—Mi madre me buscaría— dije apretando los dientes mientras aferraba las manos aferradas a la taza de café.
—No, no podría hacer nada —su voz tenia una gota de tristeza— porque tú no sabrías quién es— Nik  rememoraba el encuentro con su padre, y cada palabra llevaba una gota de veneno.
— ¿Por qué has venido? — él se sorprendió ante mi pregunta.
— ¿Por qué? Ya te lo dije,  hay bandos y tu madre no lleva las de ganar, somos pocos los que confiamos en su sabiduría, por eso y para verte una última vez antes que me olvides, Samantha —sus palabras fueron dardos. Cada uno golpeó en mí —. Bebe tu café,  debo mantenerte viva  hoy y mañana — la tristeza de su expresión fue suplantada por una falsa alegría;  yo podía verlo detrás de esa máscara.
—¿Me obligarás a volver?
 Nik se había acercado y tomaba mis manos.
—Te amo con cada gota de mi ser;  lo que elijas, lo respetaré…
—No es justo— dije liberando mis manos para secarme  las  lágrimas.
—La vida no lo es, cariño… Bebe el café y muéstrame tu ciudad.
Mi cuidad, lo había sido todo este tiempo. Pasamos casi toda la tarde recorriendo a pie los sitios más importantes. Nik miraba todo alrededor con desconfianza. Era el atardecer cuando frenamos cerca del campus de la universidad.
—Debo hablar con mi madre— dije al pasar junto a una cabina, pero Nik me detuvo.
—No es seguro. Llámala desde aquí—dijo y me tendió un celular.
— ¿Desde cuándo eres su perro faldero?
—Desde que tú te volviste una de las niñas perdidas del país del nunca jamás. Tomé el móvil y llamé.  Nik que pateaba piedras a unos metros de mí.
— ¿Nik? ¿Qué ha ocurrido?
—Mamá, soy yo—dije.  Ella enmudeció.
—Oh, Samantha… ¿Qué ocurre? ¿Nik está bien?
—Sí,  molestándome como siempre…—volví a mirarlo y sonreí.
—Escúchame bien, hagas lo que hagas mantente segura.
—Mamá yo…—Nik me arrancó el teléfono de las manos;  maldije cuando me tomó de la muñeca.
—¡Samantha corre!—  gritó. Corrimos, doblamos en la primera esquina y nos metimos en un callejón. Sin saber cómo, la noche se había venido de pronto.
—Nik… ¿Qué ocurre?
—No frenarán su ataque. Creo que lo hemos perdido.  Sammy —susurró sin dejar de mirar la calle — corre a la residencia, métete allí y procura estar con alguien. Si vez que no llego, escóndete hasta la mañana y busca siempre estar en grupos, nunca sola.
— ¿Por qué? ¿Tú qué harás?
—Ellos no  quieren ser descubiertos; es lo mejor que tenemos si es que no llego.
—Nik, yo…
—Vamos— me instó, y corrimos. Cruzamos la calle casi volando. Él me soltó la mano y conjuró un hechizo de distracción. Podía encubrirnos un buen rato, pero no más que eso. Sabía que él lo había conjurado; mi instinto me lo decía  y mi piel se crispaba por el uso de la magia. Llegué  hasta la entrada,  Nik ya no estaba a mi lado.
— ¡Qué estúpida! — me dije. Él no realizó el hechizo para desviar la atención de los otros sobre mí. No, lo había hecho para que creyera que corría conmigo. Conteniendo las lágrimas corrí hasta mi habitación. —Acompañada,  dijo que debo estar acompañada —caminé por la habitación pensando,  pero no era una chica desenvuelta y no tenía muchas amigas. —¡Demonios…!
Me senté en un rincón del cuarto. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad. Cuando la puerta se abrió mis pelos se pusieron de punta. Tammy prendió la luz.
— ¿Qué pasa? ¿Qué haces allí? — la miré sin saber qué decir. ¿Qué le dices a un humano? Oye, soy bruja sabes… y unos ogros me siguen. No. eso no. — Samantha, levántate— dijo con desdén y caminó hasta mí. Estiró su mano y me ayudó a pararme. —Mejor que te recuestes —la miré una vez más sin entenderla, tal vez era una terapia de las que sus padres pagaban.  Me tendí en la cama. El sueño me tomó por completo.
—Sabes…—comenzó—mi padre siempre fue un hombre bueno, pero no le han dejado lugar para eso. —La miré. Ella nunca hablaba de su familia; solo hablaba de modas y tipos—. Pero ahora lo tendrá… siempre ha querido lo mejor para todos, aunque no lo crean.
— ¿Qué? —quise moverme pero no pude.
—No te fuerces, dolerá más. Has sido una mala hija, Samantha; ahora, tu madre sufrirá por ello.
— …
— ¿No entiendes, verdad? Mi padre me advirtió sobre ti, sobre tu poder, el invocar a los muertos no es poca cosa, pero poder controlarlos como tú, eso requiere  mucha magia. No hay escapatoria para ti… y él, no vendrá. Estoy segura de que esos ogros ya lo han devorado. Ahora cariño, tú y yo resolveremos esto — de su fina mesilla de luz sacó un frasco. Ahora lo entendía. Maldije pensando en Nik, y concluí pensando que por una vez debía valerme por mí sola. Mi madre no sufriría. Algo vibró dentro de mí, y dejé caer las barreras que me había impuesto para ser una niña normal. Magia. Moví lentamente mi mano y sentí cómo el hechizo se debilitaba; un poco más y estaría suelta. Moví mi pie sin que Tammy me viera. Necesitaba un poco más de fuerza. Recordé a Nik,  la canción… la maldita canción tendría algún significado. La repetí mentalmente mientras observaba por el rabillo del ojo a Tammy preparando algo. Sentí cómo la lucidez volvía. Mis manos estaban sueltas, pero no me moví. Mantuve mi postura. Ella se acercó con una sonrisa y  puso un gotero cerca de mi boca. Ahora es mi juego, pensé.
Con mi derecha tire el gotero, mi mano izquierda la sujetó del cabello y la pateé en el costado. Gritó.  Me levanté de un salto, tomé su hermoso rostro y tirándole  del cabello con ambas manos le di un rodillazo en la nariz; comenzó a sangrar. La dejé inconciente en el piso y salí corriendo. Bajé las escaleras y crucé el campus. La magia fluía a través de mí como un torrente. Vi a Nik tendido en el piso y a un ogro sobre él.
—Quítale las manos de encima, maldito— él me miró y gruñó. Cerré los ojos un momento y suspiré. Allí estaban mis mayores pesadillas surgiendo de la tierra. Aquí se habían llevado a cabo las luchas de los confederados y se decía que toda la cuidad estaba fundada sobre un cementerio. Abrí mis ojos para ver las figuras espectrales levantándose.
—Samantha corre— dijo Nik. Pero no lo haría. Las figuras me miraron un momento, mientras él ogro caminaba hacia a mí.
—A él, chicos— dije señalándole la masa verde que se acercaba. Ellas asintieron y lo rodearon. No pude ver que le hacían, solo oía los gritos. Corrí hacia Nik y tomé su cabeza.
—Sammy…
—Esto es lo que soy… nadie va a quitármelo. Nadie va a sacarte de mi vida Nik. Soy una bruja de Salem y lo seré siempre.
—Sammy, ya casi son las doce…
—Lo sé;  reclamaré mi poder…
—Hubiera muerto por ti— me dijo mientras se apoyaba en mí para levantarse.
—Lo sé— me agaché frente a él y posé mis manos sobre su rodilla maltratada. Dejé fluir la magia; el hormigueo y el calor de mis manos cerraron la herida. Seguí por la otra, en su costado—. Este es mi mundo y es mi magia. Nadie me la arrebatará.
—Creo que ellos esperan por ti— dijo señalando detrás de mí. Vi aquellos seres, que tanto había evitado, mirándome.
—Descansen, su ayuda es agradecida — susurré. Ellos asintieron y caminaron unos pasos, diluyéndose en la brisa.
Nik me tomó de la mano y comenzamos a caminar hacia mi habitación. Cruzamos lentamente el parque cuando algo se movió desde el árbol. Allí estaba la dama verde bajando del árbol. Nik se frenó y yo lo imité.
—Era hora—dijo aquella mujer con ojos de savia —que aceptaras tu naturaleza.
—Tus servicios serán recompensados, dama verde—Nik se inclinó en un saludo.
—Ahora vuelve a casa y vela por el mundo mágico. Esa será mi recompensa. Conviértete en la sucesora y protege la magia —dicho esto ella  se alejó.
—¿Cuidaba  de mí?
—Sí, lo hacía.
—Bien, Nik, ¿volvemos a casa?
 


8 de febrero de 2018

A mi no me preguntes nada del amor. Prologo




Prologo


Estaba atorada, debía admitirlo.
Para ser una persona tan espiritual como creía que era, – y noten el gran énfasis en el creía –, estaba dicho que no había escuchado las señales que me habían enviado desde el más allá ni tampoco había oído las del más acá, ni a mi ángel de la guarda, ni el maldito horóscopo. Ninguna, non, nenhum, niemand, cero…
Estaba claro que muchas veces la parte racional de mi cerebro acallaba esa otra parte con la que supuestamente nacíamos la mayor parte de las mujeres llamada intuición femenina.
Lo irónico de todo esto es que todo el mundo parecía estar al tanto de que algo andaba mal en mi matrimonio, bueno tal vez no todo el mundo, eso sería mucho decir, no es que sea una cantante Pop con miles de seguidoras en Tintter ni nada por el estilo, pero mis amigos y mi familia si lo sabían.
Por decirlo de algún modo creo que toda mi vida cambió el día en que él dijo: ya no lo soporto.
Esas fueron las palabras que Luis soltó la noche de nuestra ruptura, y eso sucedió justamente dos noches después de que volviera de viaje con la convicción de qué debía mejorar mi matrimonio, recuperarlo, luchar por él, ya saben, todo eso que te dicen en los libros de autoayuda para mantener un matrimonio armonioso y duradero.
Se preguntaran cómo es qué llegué a este punto sin darme cuenta, bueno se los resumiré en cuatro palabras: No quise darme cuenta, así de simple. Fin de la historia.
Bueno, tal vez no así de simple, pero en resumidas cuentas si, había buscado todos los medios de volver a rearmar nuestro matrimonio, ya saben, volver a encender el fuego de la pasión y el deseo, había comprado colecciones completas de revistas especializadas en el tema, había realizado una lista de lo bueno y lo malo de nuestra convivencia, siguiendo los tips para un matrimonio feliz, “el matrimonio y sus secretos” y todo eso, pero estaba dicho que cuando el destino se las emperra por no hacerte caso, no importa cuanto lo intentes, siempre termina mostrándote que hagas lo que hagas, sabes que vas directo al fracaso, algo así como el Titanic.


Hola Bloggueros, ¿cómo están? No sé cuantos circulan por estos lados pero quería invitarlos a que se den una vuelta por Wattpad, mu...