Prologo
Estaba atorada, debía admitirlo.
Para ser una persona tan espiritual
como creía que era, – y noten el gran énfasis en el creía –, estaba dicho que
no había escuchado las señales que me habían enviado desde el más allá
ni tampoco había oído las del más acá, ni a mi ángel de la guarda, ni el
maldito horóscopo. Ninguna, non, nenhum, niemand, cero…
Estaba claro que muchas veces la
parte racional de mi cerebro acallaba esa otra parte con la que supuestamente
nacíamos la mayor parte de las mujeres llamada intuición femenina.
Lo irónico de todo esto es que todo
el mundo parecía estar al tanto de que algo andaba mal en mi matrimonio, bueno
tal vez no todo el mundo, eso sería mucho decir, no es que sea una
cantante Pop con miles de seguidoras en Tintter ni nada por el estilo,
pero mis amigos y mi familia si lo sabían.
Por decirlo de algún modo creo que
toda mi vida cambió el día en que él dijo: ya no lo soporto.
Esas fueron las palabras que Luis
soltó la noche de nuestra ruptura, y eso sucedió justamente dos noches después
de que volviera de viaje con la convicción de qué debía mejorar mi matrimonio,
recuperarlo, luchar por él, ya saben, todo eso que te dicen en los libros de
autoayuda para mantener un matrimonio armonioso y duradero.
Se preguntaran cómo es qué llegué a
este punto sin darme cuenta, bueno se los resumiré en cuatro palabras: No
quise darme cuenta, así de simple. Fin de la historia.
Bueno, tal vez no así de simple,
pero en resumidas cuentas si, había buscado todos los medios de volver a
rearmar nuestro matrimonio, ya saben, volver a encender el fuego de la
pasión y el deseo, había comprado colecciones completas de revistas
especializadas en el tema, había realizado una lista de lo bueno y lo malo de
nuestra convivencia, siguiendo los tips para un matrimonio feliz, “el
matrimonio y sus secretos” y todo eso, pero estaba dicho que cuando el
destino se las emperra por no hacerte caso, no importa cuanto lo intentes,
siempre termina mostrándote que hagas lo que hagas, sabes que vas directo al
fracaso, algo así como el Titanic.
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Neliel Cross.